El miedo

Aquello que nos paraliza, a veces y no siempre, se llama miedo.

Rocio Lozano
4 min readMay 5, 2023

A veces me gustaría entender el miedo, esa sensación que nos paraliza desde los huesos, que nos hace temblar, llorar, y hasta a veces reír. El miedo que nos pone alerta y nos despierta. Ese miedo que rompe con cualquier efecto medicinal o tranquilizante. A veces me gustaría entender al miedo, verlo como algo mas que latidos a prisa de mi corazón. Si lograra entender lo que es el miedo, tal vez podría enfrentarlo cara a cara con mayor facilidad, porque podría imponerme a él, a lo que causa en mi, lo que causa profundamente en mi.

Cualquiera podría vivir con miedo, podemos dejarlo entrar o que simplemente nos acompañe, pero ahí estará. Es tan fácil decir que no debemos dejar que el miedo nos controle, sino ser nosotros quienes lo controlamos, pero ya quisiera ver que esto cause un efecto momentáneo, que al pensar así logre sentirme libre tan pronto como me sentí encerrada. ¿Será que eso es el miedo? Una cárcel que nos limita y nos encierra en ideas y sucesos mentales. Otros podrían argumentar que se trata de una sistema interno de alarma, que nos alerta de una peligro, que prepara nuestro cuerpo para actuar ante la amenaza. Pero es que no me suena tan lógico. Ante el miedo he notado que mi cuerpo tiembla y se paraliza por dentro; he notado que aunque logre mover mis piernas y mis brazos, mi corazón se detiene y comienzo a sentir que todo se mueve más lento; he notado a mis manos tiesas y sudorosas, que mi respiración se acelera y mi mente aún más. El miedo puede volverse gasolina de pensamientos irracionales. ¿Será entonces por eso que no lo entendemos?

¿Por qué el miedo puede calmarse con un poco de música o un recuerdo bonito? ¿Qué hay en aquellas cosas que nos traen tanta paz? A veces creo que se trata de saber que esa tensión debe terminar en algún momento, qué hay más cosas por las que vale la pena ser fuertes y que siempre debemos mirar hacia adelante. Pero nuestro cuerpo no lo entiende. No he logrado convencer a mi mente de que solo se trata de un momento, de que el miedo se irá, y que si se queda, solo estrá haciéndome daño. Sin embargo, en el fondo, el daño parece ya estar hecho, pues hemos comenzado un viaje mental tan largo y exhausto que nos sentimos fatigados, inmóviles y, tal vez, aterrados. Un gran miedo puede ir acompañado de soledad, de vivir solos algo terrible, de no tener el consuelo de poder apretar la mano de aquel a nuestro lado.

Pero que no se me olvide mencionar que el miedo no siempre ha sido malo. Sentir aquello en el estómago, puede hacer que sepamos reaccionar y que estemos preparados para lo que viene. Sentirse vulnerables puede hacernos más fuertes si es que nos sentimos capaces de serlo. Porque aquel que niega el miedo está negando la posibilidad de volverse mejor, más fuerte y de sobrepasar la barrera que lo limita. Sin embargo, no pasa nada si ese miedo aún persiste, tiene una raíz y debemos encontrarla.

No te desanimes, pues hay miedos más sencillos, fáciles de entender y hasta sensatos para dialogar con ellos. Pero estos miedos de los que te hablo van más allá, se convirtieron en monstruos debajo de la cama que no salen si enciendes la luz en la noche. Monstruos que podrían morderte si tan solo decides destapar un cachito de ti. Pero no son monstruos imposibles, sino cobardes. Del tipo que no dan explicaciones, vienen y se van cuando quieren, sin más. Miedos egoístas, que se niegan a abrirse y mostrar de dónde vienen, pues les gusta mantenernos en suspenso. Miedos que saben que si los enfrentamos desaparecerán, y entonces a veces, se niegan a aceptar esta realidad.

La pregunta sería entonces si podré algún día destaparlos a todos, prenderles la luz mientras asechan la noche y terminar de una vez por todas con los dolores de estómago, el sudor y la parálisis. Me pregunto si será cosa de encontrar compañía en el proceso, saber con quien enfrentarlos, a quien hablarle de que existen. Porque si pudiera enlistarlos todos, ya sabría a quien acudir. Sin embargo, no puedo, aún no puedo.

Quiero agregar que me parece tan valioso el hecho de poder llegar a unos brazos que te aprieten tan fuerte que desaparezcan los miedos, que logren hacer sentir como que no pasó nada y que nada pasara jamás. Es una bendición poder tener el consuelo cuando uno vuelve de un viaje de miedos. Todos merecemos y necesitamos de esos brazos, cálidos y eternos.

Salí de viaje hace unos días y me enfrenté, por milésima vez, a uno de mis más grandes miedos: volar en avión. Esto que te escribo en las líneas anteriores es mi manera de tranquilizarme y entender lo que estoy sintiendo. Me tomo la libertad de compartirte mi corazón, de abrirte mi mente para que no te sientas mal si alguna vez te has sentido asustado. El miedo es algo que todos vivimos y enfrentamos, es confuso (como lo que te escribo) pero no es imposible de entender. Así como yo, te invito a que no niegues que no te sientes bien, que hay algo que te turba y no te da paz; pero igual te invito a que encuentres y trabajes por hallar el camino de salida. No te dejes cautivar por el miedo, sino haz que el miedo te haga más fuerte mientras camina a tu lado y no sobre ti.

--

--