¿Gobernados o gobernables?
El simple concepto de “gobernar” o “gobierno” es algo complejo si se ve desde los ojos de aquellos que han vivido en un país en donde esto es un desastre. Podemos decir que en el momento en el que comienza a fallar la administración de las instituciones, aquellas que, a parte, son la base del gobierno, también surge la necesidad de plantearse una nueva forma de gobernanza. Pero entonces, nos preguntamos si existe algún gobierno con las capacidades necesarias para mantener un equilibrio entre las demandas de la sociedad y los alcances del sistema político. En su momento, la situación en la que se encontraba un país era completamente culpa del gobierno a cargo. En cambio, con el paso del tiempo, gracias a la falta de transparencia y nula participación ciudadana, surge la opción de que la dirección de la sociedad no recaiga más en manos del gobierno, sino en el trabajo conjunto de organizaciones e instituciones fuera de el.
Pocos nos damos cuenta de que el gobierno por sí mismo ha dejado de ser la fuente del problema y que ahora, más bien, recae en el proceso de gobernación (Luis F. Aguilar, 2007). Hoy, miramos a la historia y nos damos cuenta de la poca capacidad y eficacia directiva que el proceso de gobierno tenía en la creación de políticas públicas como componente esencial en la administración de nuestro país. Pero todo comienza con un objetivo en común. Cuando el gobierno resulta ser el principal factor de desequilibrio, las instituciones buscan métodos analíticos que hagan de esa toma de decisiones, un proceso más coherente y realmente funcional.
Y es que ya no nos sorprende que el “gobierno” se encuentre en el centro de los estudios y la preocupación ciudadana actual. Pues, si miramos al pasado, sobran ejemplos de gobiernos irreconocibles y distorsionados, en donde se pueden recordar sus características ilegítimas, arbitrarias y atropelladas. Por otro lado, la democratización alrededor del mundo reinstauró lo que conocemos como el Estado de Derecho y, por ende, la ley como vínculo a las acciones del poder. Pero vayamos un poco más al fondo del concepto cuando decimos que gobernabilidad se refiere a la facilidad que tiene una autoridad para ejercer sus capacidades dentro de una sociedad. Por otro lado, hablar de gobernanza le da un enfoque completamente diferente a esta idea. Después de haber escuchado que el poder se regía en un sentido de “yo mando y tú obedeces”, pasa a funcionar como un sistema en el que “todos cooperamos”. Y entonces, nace un agente de dirección en el cual el gobierno no es el más importante, sino que ahora son los agentes dentro de la sociedad civil.
Y fue entonces que, gracias al colapso fiscal, económico y político de los estados, la mala percepción que se tuvo de la administración pública, la desilusión con el surgimiento democrático, la globalización y su impacto en la economía, las diferencias sociales y la autonomía de las instituciones, que el régimen político es obligado a plantearse un nuevo camino de acción. Por eso, en las actuales condiciones en las que se encuentran muchos gobiernos, las políticas públicas aparecen como la solución a muchos problemas. Pocos se habían cuestionado las decisiones de sus representantes y los métodos de trabajo. Sin embargo, el surgimiento de estas alternativas brinda al sistema una herramienta para mejorar la organización, la calidad gubernamental, eficiencia en programas de gobierno, mayor capacidad del personal púbico y nuevos sistemas de medición que tuvieran el mismo objetivo: dejar de ser gobernados y comenzar a ser gobernables. Pero hoy en día, nuestro país se enfrenta con retos más trascendentes: la información, inteligencia, administración de recursos y organización a nivel económico, político y social. Pero, es importante considerar que, con el paso del tiempo, hay más claridad en los objetivos y metas sociales, hay más interés por la participación, las comunicaciones y la dirección. Hoy, muchas más personas se han preocupado por el orden de sus gobiernos, por la independencia política y el control sobre los recursos que poseen. El sistema político ahora requiere de una gobernabilidad capaz de coordinar al poder público, los mercados y las redes sociales. La meta de alcanzar una relación con el gobierno ha dejado como elementos esenciales, a la exigencia de participación y control de recursos, para después poder construir un sistema de gobernanza competente y responsable, no exento de límites, pero sí equipado para ser la base una sociedad por las próximas décadas.
Luis F. Aguilar (2007). “El aporte de la Política y de la Nueva Gestión Pública”. Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo, “Reforma y Democracia, Venezuela, pp. 5–32