¿Qué fue lo que pasó en la nieve?

Rocio Lozano
7 min readJan 13, 2024

Toda la vida esta llena de cordilleras; sin embargo esta era única, aún más fría, de un blanco cegador que poco a poco cubría lo poco que quedaba de esperanza. Pero era tan única que hasta los débiles la sobrevivirían.

Los sobrevivientes de los Andes (1972)

Tan solo hace unos días vi la recién estrenada película “La Sociedad de la Nieve”, dirigida por J. A. Bayona y basada en la historia de los dieciséis sobrevivientes y poco más de veinte fallecidos que cayeron en un avión a la mitad de los Andes y no fueron rescatados sino tres meses después. Intrigada por la terrible historia, por los sucesos que, aún dentro de mi cabeza parecen no ser reales; por los tabúes, por las dudas, decidí conocer un poco más de su historia. Hace tres días que he leído, visto y escuchado todo lo que se tiene que decir sobre los hechos, pero nada me convencía lo suficiente. Hoy, escuché una larga pero emocional entrevista con los dieciséis que pudieron regresar a casa, y por fin pude encontrar lo que buscaba: la experiencia contada desde cada uno de sus corazones, desde sus vivencias personales, desde sus más grandes miedos.

Hay mucho que decir y mil y un razones por las que invito a toda persona a ver esta gran película. Muchos temen encontrarse con pesadillas y futuros miedos; sin embargo, es tan maravillosa, que logra capturar los tres meses más duros que haya vivido un ser humano y lo expresa con esperanza, humanidad y dignidad. Porque de historias como esta solo podemos aprender y salir inspirados; y si sucediera lo contrario, entonces no habremos sabido capturar la esencia del mensaje, de lo vivido y de lo sacrificado.

“No nos convertimos en salvajes”

La mente es tan maravillosa que hasta podríamos decir que hace milagros. Es capas de protegernos en los momentos más difíciles y perturbadores. Esto es lo primero que te quiero contar según la experiencia de los sobrevivientes: nuestra capacidad de adaptación y aceptación.

En medio de la tragedia más dura, de un futuro incierto, de amigos y conocidos que han dejado sus cuerpos atrás, queda un grupo de jóvenes temerosos y que, aún sin entender, se ponen de pie. Una experiencia que debía de haber sacado su peor versión, convirtiéndolos en primitivos guiados por sus propias necesidades, resultó ser aquella que los volvería espiritualmente elevadísimos, con un largo camino por recorrer. Y es aquí donde la mente sacó su mejor jugada, omitiéndoles el dolor por las pérdidas o cualquier sentimiento relacionado. Sus mentes lograron ocultar el terror para mirar a la supervivencia, en la cual no queda tiempo de lamentarse sino de aceptar la realidad que ya no pueden cambiar. Hay quien toma el liderazgo y otros que, con sus posibilidades, ayudan a hacer de la espera, lo más cómoda posible.

Recolectar comida, agua, ropa y hasta cigarrillos para mantenerlos a salvo; maletas y bolsos para cubrirse del frío; y esperar, esperar a ser rescatados. Pero pasa el tiempo y pasa el tiempo y parece que el mundo los va olvidando poco a poco. Lo externo empieza a no favorecerles pues la comida se acaba migaja tras migaja, el frío se ha llevado a algunos por la noche y a otros inmoviliza poco a poco, no hay agua y comienzan a sentirse cada día más abandonados.

Hoy, nos pueden decir que se trata de un proceso, en el que poco a poco te vas convirtiendo en lo que necesitas para sobrevivir, en ese león que caza, en ese líder de manada, en el amigo que consuela, y hasta en un hombro sobre el que se llora. Una experiencia como esta, dice uno de los pasajeros, no se puede sobrevivir si se vive bajo condiciones normales, “realmente nos tuvimos que volver más primitivos”. Y es increíble cuando entiendes que estos hombres (y mujeres claro, aunque no sobrevivió ninguna) eran salvajes físicamente, pero espiritualmente se iban convirtiendo en luces que pronto descubrirían.

“Lo que sabes, ya no te sirve de nada”

La mayoría jóvenes en la universidad, con carreras y vidas por delante que, en este accidente, enfrentan sus verdaderos “yo”. Todo es puesto a prueba, inclusive sus conocimientos teóricos y hasta juegos de primaria. Hay quien debe poner en práctica su gran habilidad atleta, hay quien debe ingeniarse la manera de conseguir agua, otros de curar heridos, otros de buscar ayuda, otros de conectar la radio. Pero entre tanto por hacer, todo lo que sabías, se esfuma y pareces olvidarlo; este es el momento en el que necesitas nuevos conocimientos, adaptarte a las nuevas reglas de convivencia y a la sociedad que están formando.

Y en esto último me detengo. “Sobrevivir no sacó lo peor de nosotros” dicen todos los sobrevivientes. En medio del mayor caos de sus vidas, se enfrentan a dos posibilidades: cada quien por su lado, o todos juntos contra lo que venga. Increíblemente y naturalmente, en contra de lo que muchos creerían, lograron formar una nueva sociedad con reglas claras de solidaridad, generosidad, dignidad, unidad; en la cual estaba prohibido quejarse y donde todo era de todos. No apareció la fiera que muchos esperarían. Y es aquí donde algunos de ellos se preguntan si hubiera sido el mismo resultado si el accidente hubiera ocurrido con un avión comercial en el que viaja una madre con sus hijos, un padre con su esposa embarazada, unos ancianos, un par de adolescentes, unos americanos, otros chinos, otros europeos, otros mexicanos; en donde abundan las diferencias y las necesidades. ¿Qué hubiera pasado en este caso?

¿Qué papel tuvo Dios en esta experiencia”, les pregunta el entrevistador

“Era necesario orar y actuar, una sin la otra no nos hubiera funcionado”. En la vida hay muchas cordilleras; sin embargo esta era única, más fría, de un blanco cegador que poco a poco cubría lo poco que quedaba de esperanza, y para sobrevivirla era necesario confiar en alguien más: Dios. A pesar de que la mayoría coincidían (aunque fuera un poco) en la fe que profesaban, cada uno se encontró con Dios a su manera. Algunos hablan de una cercanía consoladora, de paz, de sentir que si mueren, tienen al mejor aliado de su lado. Otros se aferraban a la oración, al Rosario que los unía. Otros enfrentaron a Dios cara a cara, necesitaron sentirlo tan pero tan presente que lograron discutir con Él, preguntándole por qué, por qué ellos.

Sin embargo, “Dios no nos salvó, Dios no resolvió el problema, sino que nos dio las herramientas para lograrlo”. Cuando sientes que todo se termina, que todo se viene abajo, que te queda poco, parece ilógico aferrarse a la propia vida, a la propia mente sin darle paso a quien te ha creado, a quien te fortalece. Pues Dios, tuvo un papel más que presente en la vida de estos pasajeros valientes. Estuvo ahí cuando perdieron a sus amigos, a sus esposas, madres y hermanos; estuvo ahí cuando parecía no haber aire ni luz. Dios fue el rayo de salida, que por el mínimo e insignificante espacio se lograba colar para calentarlos. Y una vez más “el Rosario nos unía, lo rezábamos todos los días”.

“Pasaran 40, 50 y 60 años, y tendremos que seguir viviendo”

Nunca es fácil volver después de haber estado en ese lugar que te cambió, que te fortaleció y te ayudó a descubrir un ser que no conocías. Volver a donde nadie te entiende y todos de preguntan; al morbo, la curiosidad, el abucheo y el rechazo; a las miradas, las fotografías, las entrevistas y claro, las pesadillas. No es fácil volver.

Sorprendentemente, la película retrata el gusto de aquellos que reciben a los pasajeros que vuelven a casa, y aunque es verdad que había muchos que estaban extasiados, otros rechazaban el hecho de que se habían comido a sus compañeros para sobrevivir. Lo sucedido fue lo suficientemente duro para ellos, no fue una decisión que se tomó de un día para otro, sino bajo la premisa de que ellos tenían solo un derecho en esa cordillera, “el derecho a la vida, a sobrevivir, a volver a casa”. Hoy viven reconociendo que sus compañeros les salvaron la vida, reconociendo a cada uno de ellos, recordando a sus familias, repartiendo sus pertenencias (o lo que quedaba de ellas). No hay nombre que no se mencione. La solidaridad no tiene límites. Todos cayeron de ese avión, y ya sea físicamente o en sus recuerdos, todos regresarían a casa.

De pronto, cuando ya no te lo esperabas, todo se termina. Y viene la pregunta esperada “¿cómo regresan? ¿cuál es la sensación de dejar ese lugar?”. Muchos coinciden con que no es necesario despedirse del avión, no viven el momento melancólico de dejar ese terror atrás, sino ven hacia el futuro y por fin la luz que tanto buscaban ha llegado. Pero es duro, dejar todo lo vivido atrás y temer que no puedas regresarte lo que vale la pena, miedo a que el espíritu renovado se quede atrás y que al volver, no puedas recordar.

La nieve que hoy nos cubre

Esta película ha logrado despertar en muchos tantas preguntas, cuestionándonos el ¿qué hubiéramos hecho nosotros? ¿cómo hubiéramos reaccionado? ¿habríamos sobrevivido?

Esta historia no morirá nunca. Queda grabada en la mente de quien la escucha y en el corazón de quien la vive o vivió más de cerca. Es la historia de la humanidad que no se volvió una bestia al descubierto de su vulnerabilidad, sino que demostró que se puede seguir siendo humano a pesar de las circunstancias. Eran jóvenes, no sabios; eran estudiantes, no expertos; eran hijos, hermanos, amigos, compañeros. Tenían muy poco a su favor para alcanzar volver a casa. Esa montaña no les debía nada, sino quería quitarles todo. Y esa es la vida a la que a veces nos enfrentamos, a la que parece en nuestra contra, queriendo tomar todo lo que nos queda, sin mirar a otros, sin hacer equipo. Pero me duele pensar que ese sea el único camino. Tengo esperanza de que podemos humanizar lo que queda en este mundo tan hermoso en el que vivimos, que podemos mirarnos a los ojos olvidando que somos diferentes, olvidando nuestra comodidad, nuestros caprichos, nuestras necesidades, y como los pasajeros en esa cordillera, recordando que todos tienen el mismo objetivo: volver a casa.

Enlace para la entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=3jOCxPEuWEA

Película original de Netflix, “La Sociedad de la Nieve”, diciembre del 2023.

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